Colaboraciones

La Independencia Del Escritor

Lejos de desestimar elementos y recursos lingüísticos, pedestal que escapa a mi pobre entendimiento, comenzaré por realzar el valor del autor, su mensaje y la relación con el lector antes que cualquier herramienta. ¿El motivo de tal desvinculación? Pronto lo veremos.Cualquier obra sucede a una idea, idea que por sí sola es banal y efímera como lo es la palabra al no tener receptor. Ante este escollo narrativo surgen dos figuras: el lector y la codificación que se le va a dar a la idea para que sea transmisible. El autor debe, siempre que exista un interés artístico autentico, abocarse a la difícil tarea de transformar un objeto abstracto (su pensamiento) en un conjunto narrativo lo suficientemente claro para captar la atención del público y mantenerlo a lo largo del relato. Parte de ello, una pequeña porción vale la aclaración, se logra con la idea fundacional y el resto, el gran mérito del escritor, con la capacidad constructiva.

La idea

Recuerdo que de adolescente solía participar con mis compañeros de clases en delirantes debates filosóficos sobre las películas de terror. Fue así como cierto día, después de que pasaran “Anaconda” por televisión, dimos con la necesidad de inventar un monstruo nuevo, algo que escapara a cualquier esquema lógico y convencional. La premisa que dio origen a ese debate fue el siguiente: Si ocupáramos el lugar de Dios antes de la creación, ¿se nos hubiera ocurrido crear un ser tan excepcional como una víbora, un pulpo o una araña? Dicho con otras palabras y dejando la religión de lado, ¿es nuestra imaginación capaz de crear algo original?La respuesta inmediata fue un sí, y minutos más tarde, duda y un no.Aquel día llegamos a la triste conclusión de que no había nada nuevo bajo el sol. Todas las películas y libros que habíamos analizado confirmaban la regla. Para darles un ejemplo, la novela “Cementerio de animales”, de Stephen King, donde los muertos volvían a la vida si se los enterraba en cierto lugar, era una mera variación de los famosos zombis o muertos vivos, y el único condimento nuevo consistía en la forma en que lo hacían.Ahora bien ¿Cuál es el significado de tal revelación? Ninguno. Que Abraham Stoker haya inmortalizado a los vampiros en su obra más reconocida, Drácula, en 1897 no impidió que Stephenie Meyer escribiera, y con mucho éxito, la novela Crepúsculo (Twiligth) en el 2005; las veinticinco millones de copias vendidas de este último demuestran que una vuelta de tuerca bien hecha puede imprimirle a un mismo tema muchísimo valor.Y es que escribir se trata de eso, de narrar; no existen fórmulas secretas, ni un tema mágico que hipnotice a los lectores. El valor de un autor no se determina por la temática que aborde, sino por cómo lo hace. Son sus aptitudes a la hora de plasmar la situación y la forma en que sus personajes se relacionarán en torno a ella.Esta reflexión me lleva en primera instancia, a agradecer que así sea; caso contrario no tendríamos qué escribir. Y en un segundo orden, a explicar porqué elegí el término “situación” como el eje básico de una narración. La diferencia entre situación e historia radica en la aglutinación de una por parte de la otra. Son muchos los escritores que parten de la primera y dejan que los hechos y personajes se sucedan con cierta libertad, algo como colocar los ingredientes en un bol, batir, probar y seguir modificando, de esa manera se obtiene un relato dinámico e imprevisto; lo que en su conjunto conformará la historia propiamente dicha. Aunque cueste creerlo, los sentimientos, pensamientos y acciones de los actores hacen de escribir un constante monitoreo de la concepción original y su devenir hacia cambios orgánicos.

Construcción

Al componer un texto literario, el escritor hace uso del lenguaje despertando el interés artístico del lector al tiempo que recrea en él, impresiones emocionales propias de los personajes y situaciones que describe. Para que dicho mecanismo sea efectivo deben garantizarse ciertas pautas básicas de expresión, que sumadas a recursos estilísticos propios, exaltarán la belleza estética de la obra.Muy consciente de mi falta de formación a la hora de explicar cómo escribir, intentaré abordar su contrapartida: los errores. Y puedo hacerlo ya que ellos estuvieron, están y seguirán estando a la orden del día; cualquier escritor con algo de autocrítica me apoyará.Una de las primeras falencias a la hora de escribir es el abuso de vocabulario. Emplear palabras inapropiadas por temor a otras de uso más común da por resultado un texto inaccesible, y por lo tanto, propenso a ser abandonado. No hay un modo estricto sobre cómo presentar un tema, y he aquí lo hermoso de la disciplina, pero una lectura de rápida asimilación da por sentado que el lector comprenderá el atractivo y seguirá adelante. Algo similar sucede con los diálogos. Al ser la voz la que termina por redondear la vida de los personajes, ésta debe ser lo más realista posible.Otra regla de oro para componer personajes es la siguiente: no contar nada que no se pueda mostrar. De esa manera uno crea una perspectiva de lo que intenta transmitir y deja que el lector haga el resto, logrando así el juego de la identificación. Ejemplo:–Que va’ a acevo’ –replicó el niño limpiándose los mocos.(Como ven, explicar que el hablante es un niño analfabeto que se crió en la calle y tiene cierta prepotencia, sería redundante y completamente innecesario)Dentro de los errores más frecuentes cabe citar la multiplicidad de adverbios; sin ir más lejos el párrafo anterior contiene uno, la oración “...redundante y completamente innecesario…” funcionaría de igual manera quitando el “completamente”. Y también evitar que el sujeto pasivo realice las acciones, ya que su uso dilata el ritmo narrativo y recrea un ambiente periodístico neto. “La zona fue acordonada por Juan” no tiene atractivo, mientras que “Juan acordonó la zona” nos traslada a un punto donde esperamos más acciones por parte del protagonista.Lo escrito hasta ahora es poco y sin embargo me obliga a detenerme. La distinción que intenté hacer en un comienzo se deshizo bajo mis dedos de manera que ni siquiera se advirtió. Tal resultado nace de la imposibilidad de separar el arte de escribir de su coyuntura gramatical. La independencia de un escritor no elude a dicha dicotomía. Mientras su ingenio y audacia bañan su mundo de libertad su pluma se regirá por observaciones lingüísticas que, de forma inconsciente, encontrará, analizará y salvará, sometiéndose él, tanto como su obra, a un constante perfeccionamiento, encrucijada donde a veces pedir ayuda es un recurso valioso, y la mano de un buen corrector puede ser determinante.

Avatares - Revista literaria

Minutos (relato)

MinutoBlancura. No sólo como color sino como algo mucho más profundo. Por escasos segundos había sentido una increíble, y agradable, sensación de liviandad.En aquel relampagueo, que terminó antes de entender siquiera su significado, todo se había desmaterializado, disuelto. Su cuerpo, sus ideas, sus sentimientos, su pasado, presente y futuro, todo se había resumido en una armonía perfecta e inquebrantable.Y al apagarse esa luz las cosas habían vuelto a su sitio; o lo habían hecho en apariencia. De nuevo sobre sus pies se afirmó al piso con vacilación. Estaba en medio de una habitación que le resultaba vagamente familiar. Desorientado, sin atreverse a ningún movimiento, se dedicó a observar. La ventana estaba cubierta por una cortina blanca que se ondeaba lenta pero incesantemente. Era de día. La claridad del sol se filtraba bañando las cerámicas negras y tocando, casi con delicadeza, los sillones y la mesa que hacía de esquinero en la pared de la derecha. Vio algunos objetos pequeños dispersos sobre su superficie; uno en particular parecía ser una muñeca o una estatua de una de ellas… de una princesa. En el lado opuesto un televisor sostenido por un brazo mecánico exhibía un pequeño puntito rojo como muestra de su funcionamiento dormido; en aquel extremo había también una puerta de madera y un sobrio portallaves con un espacio vacío.La cortina seguía moviéndose y las dudas sobre dónde se hallaba chocaban cada vez con mayor intensidad contra la certeza de haber estado antes en ese lugar. La única pregunta era, ¿En calidad de qué?

Se permitió avanzar; y al hacerlo no reparó en que su cuerpo se desenvolvía con una naturalidad que su mente ignoraba. Llegó hasta una mesita baja y volteó para enfrentarse al espejo que estaba tras el sillón. La imagen devuelta tardó en ser asimilada; las respuestas que hasta ese momento le preocupaban cambiaron de rumbo cuando no pudo precisar quién era el del reflejo. Se quedó parado, observándose, buscando algún vestigio del cual sostenerse. Nada. Sólo un hombre de pelo corto, barba de varios días y lentes mirándose a sí mismo.Bajó la vista y la paseó sobre la mesa que tenía cerca. Lo que encontró en las fotografías lo hizo retroceder. Llevándose la mano al rostro trató de entender lo que pasaba.Meditó sobre el asunto hasta que el sonido de una canción lo interrumpió. La melodía, que ya conocía, lo llevó a abandonar la sala y caminar en pos de ella. Por algún motivo comprendió que debía apurarse. Avanzó y se asomó en la primera puerta de la izquierda. Allí vio a una niña sentada en el piso, de espaldas a él, entretenida con sus juguetes. Inmediatamente reconoció que era su hija y que algo no andaba bien. Presa del pánico oyó la música crecer. Desesperado giró para ver pasar a una mujer – su mujer – con un teléfono en la mano. Se le acercó; no sabía sus nombres pero estaba seguro de sus sentimientos, de que eran su familia.Y lo próximo que supo lo descubrió con las lágrimas de ella. Había ocurrido un accidente y él ya no existía.

Aquella tarde el destino había agrietado una ínfima pieza de un motor, y un conductor había perdido su rumbo subiéndose a una vereda, y un frágil manojo de carne y huesos había volado por los aires, y un cuerpo sobre el asfalto se había apagado observando con ojos inmóviles el amplio cielo y el astro que brillaba a lo lejos, pero nadie pudo evitar que volviera a su casa, como había prometido antes de salir a caminar.

Alejandro Dolina, el multihombre

Como datos inútiles podemos mencionar que nació en 1944 en una ciudad llamada Morse, situada en la Provincia de Buenos Aires, y que quizá influenciado por su madre, que era maestra, se introdujo en el mundo de la literatura, o que su entorno lo llevó a aprender música y tocar y cantar tangos hasta casi conocerlos en su totalidad. También podríamos decir –sin equivocarnos– que extendió sus intereses por las ramas del derecho, la historia y la filosofía. Todo eso es correcto e indudable. Pero, ¿Fueron estos los escalones que lo llevaron a ser uno de los grandes valores intelectuales y artísticos de nuestro país?

Alejandro Dolina es un perfeccionista nato y su vida lo refleja. Su agudeza le abrió las puertas de la revista Satiricón y Humor, con cuentos que más tarde darían forma a su primer libro, Crónicas del ángel gris. Donde sus personajes, constantes en la búsqueda de un sentido póstumo, transitan caminos cargados de magia, poesía, ironía y retórica.Profeso admirador de Borges, comparte con él su gusto por la literatura fantástica, y –creo también– su modalidad de escribir cuentos cortos en lugar de grandes novelas (Bar del infierno, 2005, es un excelente exponente de esta capacidad).

–Usted no entiende –sentenció el analista–; el punto es ubicarlo a usted ante la realidad para que acepte y supere el dolor.

–No deseo superar el dolor. Ya he perdido a la mujer que quería: ¿Pretende usted dejarme también sin el sufrimiento? Dígame cuanto le debo.

Músico por naturaleza, el compositor de la opereta criolla Lo que me costó el amor de Laura, 1998, no duda en situar a la mujer en un pedestal, muchas veces inalcanzable, y apostar al amor. Lo hace con sus sinsabores y con mucha más desdicha que satisfacción.En el 2012 publicó su primera novela, Cartas Marcadas; con los personajes que lo acompañaron desde siempre y el desafío de confrontar la idea que lo tiene como un escritor sensible.Reinventándose para no caer en lo que él llama “las miles de páginas de mala literatura” utilizó para esta entrega una trama narrativa que representa un laberinto formado por 102 naipes mezclados y un lenguaje que alterna entre la altura que nos tiene acostumbrados y un discurso más osado y chabacano, que adquiere funcionalidad por presentarse en perfecta sincronía. Para así, de la mano de historias en apariencia aisladas proponer el juego de acompañar a los protagonistas y desentrañar el cuerpo principal.

La eterna venganza

Una vez –recuerdo– se leyó en “La venganza será terrible” un mensaje donde un oyente criticaba al programa tildándolo de bueno pero repetitivo; Alejandro Dolina, quien prestó su voz a la misiva, no tuvo reparos en hacerlo público y tampoco en contestarlo.Lo que nosotros hacemos –contestó el conductor– y los temas que abordamos son tan amplios que de cierta manera son análogos a la biblioteca que tengo en casa. Pese a que a los ojos de mi nieto parezcan todos iguales sus diferencias son inequívocas y ciertamente difíciles de emparentar.Lo dicho en aquel momento me llevó a reflexionar sobre la dinámica del programa; y de algún modo a tratar de entender su extraordinaria vigencia. Y es que si de algo carece el ciclo de La venganza es de previsibilidad. Tanto la teatralización espontánea –que nada tiene de improvisada–, capaz de llevar un hecho cotidiano a los lugares más insospechados, como el segmento histórico y/o mitológico y el cierre musical requieren no sólo inteligencia y preparación sino un tipo de humor muy particular, y éste es, en definitiva, el producto más logrado a la hora de encantar a los miles de seguidores que sin límite de edad, educación o posición social se acercan noche tras noche para deleitar sus sentidos.